Cuando se habla de el té, impuestos y contrabando hablamos y rememoramos hechos acaecidos en Norteamérica, cuando las colonias de ultramar aún dependían de la corona inglesa.
Los británicos recibieron el té en su sociedad y hábitos con un entusiasmo que continúa hasta nuestros días.
El té se convirtió pronto en una bebida popular en los cafés, que eran lugares tanto para cerrar operaciones de negocios como lugares donde relajarse y encontrarse con amigos.
Los cafés estaban reservados para los hombres de clase media-alta y alta, las mujeres solo tomaban el té en sus propias casas, para el resto, las clases trabajadoras, el té seguía siendo un producto muy caro para ser consumido.
En parte, el elevado precio del té se debía a los elevados impuestos que soportaba. En la política británica siempre ha estado presente la polémica sobre qué ratio y el método impositivo más adecuado para el té.
El primer impuesto sobre el té
El primer impuesto sobre la hoja de té introducido en 1689, era de unos 25 peniques por libra (453 gr), este carga impositiva casi paró las ventas de esta importación.
Más tarde en 1692 se redujo a 5 céntimos por libra (453 gr) , y se mantuvo a ese nivel hasta 1964, cuando estas cargas fueron finalmente eliminadas.
Una de las consecuencias imprevistas sobre la imposición excesiva del té fue el crecimiento de los trucos y artimañas para evitar los impuestos surgieron el contrabando y la adulteración.
El origen de las bandas
En el siglo XVIII muchos británicos querían tomar el té, pero no podía comprar té por sus altos precios, y su entusiasmo por la bebida fue acompañado del entusiasmo de las bandas criminales para el contrabando.
Los métodos de estas bandas podían ser brutales, pero contaban con el apoyo de los millones de británicos bebedores de té que de otra forma no hubieran sido capaces de pagar por su bebida favorita.
Comenzó como una operación ilegal al por menor como podía ser la venta de unos cuantos kilos de té a los contactos personales y familiares. Finalmente, fue convirtiéndose a finales del siglo XVIII en una red de delincuencia organizada apabullante capaz de importar 7.000.000 libras de té al año. Por otro lado, la importación legal ya controlada de 5 millones de libras¡¡¡!.
El contrabando como salida
Lo peor para los bebedores de té fue que la alta carga impositiva del té también alentó a bandas a adulterar el té, sobre todo el té de contrabando que no tenía ningún control de calidad a través de aduanas e impuestos especiales.
Estas bandas mezclaban parte del té de contrabando con hojas de otras plantas u hojas de té que ya se habían usado y dejaban secar.
A veces, el color resultante no era lo suficientemente convincente, así que utilizaban cualquier cosa como estiércol de oveja o carbonato de cobre (venenoso) para que se su color fuera más parecido al té.
El gobierno rectifica
En 1784, el gobierno llegó a la conclusión de que estos elevados impuestos creaban más problemas que beneficios y decidió acabar con esta situación. El nuevo primer ministro, William Pitt el Joven, redujo el impuesto del 119 por ciento al 12,5 por ciento. De repente casi de un día para otro, el tráfico ilegal y contrabando se detuvo.
Este nuevo nivel de impuesto para el té era una puerta abierta al consumo generalizado empezando la clase obrera a tener acceso a esta deliciosa bebida.